Hagan lugar insectos que necesito descansar, esta cabeza pesa tanto y es tan pequeña, destrozarse es su deseo y aniquilar en su ansiedad y solo basta un poco de descanso y con estrépito caemos en las flores, un campo de lirios o en el éxtasis en un piso frío chocando nuestra lengua con la suciedad del suelo y quienes miran nada entienden. Los deseos atraviesan como bengala el principio y el fin de nuestro oscuro espíritu, una estela roja y brillante, una línea en nuestra inmensa finitud, los deseos se ponen de un lado y las conquistas futuras con sus rostros lívidos nos esperan del otro y cuando nos acercamos a ellas su piel se vuelve pútrida y sus nalgas están decaídas y sus pechos entremezclados con la piel colgante, pero es tan fuerte su actitud de deseo y de ser deseados, de ser deseadas, de desear y dejarse conquistar de aniquilar y aniquilarse, lo sensible los ojos se pierde y queda una guerra de ciegos contra ciegos donde la aniquilación y el amor fundan un nuevo verbo.
Sin embargo, a pesar de todo existen las tinieblas y el alma del hombre es triste. Infinitamente triste. Mas la vida no puede ser así. Un sentimiento interno me dice que la vida no debe ser así. Si yo descubriera la particularidad de por qué la vida no puede ser así, me pincharía, y como un globo me desinflaría de todo este viento de mentira y quedaría de mi apariencia actual un hombre flamante, fuerte como uno de los primeros dioses que animaron la creación. Roberto Arlt,"Los siete locos" 1929
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